CAPITULO SIETE
(Tomado del libro “¿Señor, qué debo hacer yo?”)
Aférrese
a la Verdad y al Amor de Dios
Por
Fred R. Coulter
www.iglesiadedioscristianaybiblica.org
Cuando
se enfrentaba a las fuerzas del mal, el Rey David preguntaba: “Si los
fundamentos fueran destruidos, ¿que puede hacer el justo?” (Salmo 11:3). Esta
es la pregunta, que muchos feligreses se hacen hoy en día. Es evidente que los
fundamentos del cristianismo tradicional están siendo socavados. ¿Qué
deberían hacer los verdaderos cristianos en estas circunstancias? ¿Cómo podemos
mantenernos fieles a Dios?
¡Nosotros
debemos de ponernos toda la armadura de Dios! “Por tanto, tomen toda la
armadura de Dios para que puedan ser capaces de resistir en el día malo,
y habiendo resuelto todas las cosas, estar [firmes] de pie. Estén
por tanto, teniendo sus lomos ceñidos con verdad, y vistiendo la coraza
de justicia.” (Efesios 6:13-14).
¡Nosotros debemos defender la verdad de Dios, sobre
el fundamento de Cristo! ¡La verdadera iglesia espiritual
de Dios, debe de permanecer como la columna y baluarte de la verdad de Dios, en
medio de una generación malvada y perversa! El apóstol Pablo escribió a
Timoteo, “Estas cosas te estoy escribiendo, esperando venir a ti prontamente;
Pero si me demoro, tienes estas cosas por escrito, para que puedas saber
como uno esta obligado a conducirse a si mismo en la casa de Dios, la
cual es la iglesia del Dios vivo, el pilar y fundamento de la
verdad.” (I Timoteo 3:14-15).
El
apóstol Juan nos muestra como combatir a todos los engañadores con la verdad
y el amor de Dios. Su segunda epístola completa se dedica a contrastar
la verdad y el amor de Dios, con los “muchos engañadores” y sus
doctrinas falsas. Aquí está la Segunda Epístola completa de Juan; la verdad
y el amor han sido resaltados en Letras negritas, para
contrastar con los engañadores y anticristos.
“El
anciano a la señora escogida y a sus hijos, quienes amo en
verdad, y no yo solamente, sino también todos aquellos que han conocido
la verdad; Por amor de la verdad que esta viviendo en nosotros, y
estará con nosotros para siempre; Gracia, misericordia, y paz estará con
nosotros de Dios el Padre, y del Señor Jesucristo, el Hijo del Padre, en
verdad y amor. Me alegro sobremanera de que he
encontrado entre sus hijos aquellos que están caminando en verdad,
exactamente como recibimos mandamiento del Padre.
Y
ahora le ruego, señora, no como si le estuviera escribiendo un nuevo
mandamiento, sino eso que hemos observado desde el principio, que nos amemos
unos a otros. Y este es el amor de Dios: que caminemos de acuerdo
a Sus mandamientos. Este es el mandamiento, exactamente como lo escuchó
desde el principio, para que pudiera caminar en el. Porque muchos
engañadores han entrado en el mundo—aquellos que no confiesan que
Jesucristo ha venido en la carne. Este es el espíritu del engañador y el
anticristo.
“Cuídense
a si mismos de no perder las cosas que hemos logrado, sino que podamos
recibir una recompensa completa. Cualquiera que transgrede y no continua en
la doctrina de Cristo no tiene a Dios. Pero aquel que continua en la
doctrina de Cristo tiene ambos, el Padre y el Hijo. Si cualquiera viene a
ustedes y no trae esta doctrina, no lo reciban en su casa, y no le
digan, “¡Bienvenido!” Porque cualquiera que le diga, “¡Bienvenido!” esta
participando de sus malas obras.
“Tengo
muchas cosas que escribir, pero no deseo transmitirles estas cosas en
papel y tinta; pero espero venir a ustedes y hablar cara a cara para que
nuestro gozo pueda ser completo. Los hijos de su hermana escogida los saludan.
Amen.”
Las
amonestaciones de Juan dejan claro que los maestros y ministros falsos, ya
estaban operando dentro de la iglesia mientras él aun vivía. Juan les prohíbe
claramente a los cristianos, recibir a tales maestros falsos—incluyendo a
aquellos que se levantan dentro de la iglesia. Si nosotros recibimos a tales
ministros falsos, somos partícipes de ellos en su engaño. Como seguidores de
Jesús, debemos de mantenernos firmes en las doctrinas puras de verdad y amor.
De nuevo, como dice en el verso seis, “este es el amor de Dios:
que caminemos de acuerdo a Sus mandamientos.”
¿Defenderá usted a Dios, y a
Su verdad?
Todos
los apóstoles originales defendieron la verdad—y todos excepto Juan,
murieron a través del martirio. A través de los siglos, muchos cristianos
devotos han sufrido muertes tortuosas por amar a Dios genuinamente. Ellos nunca
arriesgaron la verdad por conveniencia, o para escapar persecución. Si nosotros
somos verdaderos cristianos, vamos a imitar a nuestro Señor y Maestro
Jesucristo, quién rehusó comprometerse con Satanás y ceder a sus caminos de
maldad. Jesús se permitió a sí mismo ser crucificado, porque Él amaba a Dios el
Padre y a Su justicia.
Esteban,
el primer mártir cristiano, rehusó comprometerse durante su juicio ante el
Sanedrín Judío. Después de haber oído su testimonio valiente, los líderes
religiosos rebeldes taparon sus oídos, rechinaron sus dientes, y le gritaron en
un frenesí de odio. Después lo sacaron de la ciudad, donde lo apedrearon hasta
morir. ¿Cuál fue su crimen ante sus ojos? ¡Él se rehusó a comprometer el
evangelio de Cristo y la verdad de Dios, para someterse a su autoridad y seguir
sus enseñanzas! Él prefirió morir en Jesús, que comprometerse a aceptar
falsedades religiosas y aceptación política.
En
un tiempo de apostasía y desintegración política, Asá comenzó su reinado justo
sobre el Reino del Sur de Judá. Él demolió los ídolos de la tierra, y ordenó al
pueblo que buscara a Dios y que guardara Sus mandamientos. Durante diez años,
Dios bendijo a Asá y al pueblo con descanso por todos lados. Pero cuando los
judíos se volvieron tontamente a la idolatría, Dios envió un enorme ejército
Etíope contra ellos. Asá se volvió a Dios por ayuda, y Judá fue victorioso
sobre su enemigo.
Dios
inspiró al profeta Azarías, para que animara al pueblo: “Escúchame, Asa, y toda
Judá y Benjamín. El Señor esta con ustedes mientras ustedes estén con
Él. Y si Lo buscan, Él será encontrado por ustedes. Pero si Lo abandonan,
Él los abandonará… [Por lo tanto] sean fuertes y no dejen que sus
manos estén débiles, porque su obra será recompensada. (II Crónicas 15:2,
7).
Entonces
Asá y los príncipes, y el pueblo de Judá acompañados por muchos del Reino de Israel
en el norte, “entraron en un pacto para buscar al SEÑOR Dios de sus padres con
todo su corazón y con toda su alma… porque habían jurado con todo su corazón y
Lo buscaron con todo su deseo. Y Él fue encontrado por ellos, y el SEÑOR les
dio descanso por todos lados” (Versos 12, 15).
Ellos
se deshicieron de sus ídolos abominables, y de sus dioses paganos. Se volvieron
a Dios, y lo buscaron con todo su corazón. Dios les respondió y los bendijo,
dándoles descanso de sus enemigos.
Pero
36 años después, cuando el rey de Israel vino para sitiar a Judá, Asá le dio la
espalda a Dios e hizo alianza con el rey de Siria (quien había sido un enemigo
por mucho tiempo). En sus problemas, Asá fracasó en buscar a Dios, pensando que
él podía resolver el problema a su manera. Al contratar al rey de Siria para
pelear sus batallas, él arriesgó su posición ante Dios. En este caso, llegó
demasiado lejos en rechazar a Dios y no se arrepintió. Entonces Hanani, el
vidente, fue enviado para advertir a Asá y pronunciar el juicio de Dios contra
él. Hanani le dijo a Asá, “Porque has confiado en el rey de Siria y no has
confiado en el SEÑOR tu Dios, por tanto el ejercito del rey de Siria ha
escapado fuera de tu mano [esto es, que continuaría siendo una fuente de
problemas].
“¿No
fueron los etíopes y los libios un ejercito enorme con muchos carruajes y
jinetes? Aun así, porque confiaste en el SEÑOR, Él los entregó en tu mano, Porque
los ojos del SEÑOR corren de aquí para allá en toda la tierra entera para
mostrarse a Si mismo fuerte a nombre de aquellos cuyo corazón es
perfecto hacia Él. En esto has hecho tontamente; por tanto, de ahora en
adelante tendrás guerras.” (II Crónicas 16:7-9).
Hay
demasiados cristianos como Asá. Comienzan con un gran celo por la verdad de
Dios, y buscan de Él la fuerza para hacer Su voluntad. Pero después de un
tiempo comienzan a laxar y a arriesgar. Cuando las cosas van bien, se olvidan
de Dios y se vuelven a sus propios recursos. Ellos ponen su confianza en los
hombres, en lugar de Dios. Comienzan a aceptar enseñanzas falsas y prácticas
paganas, en lugar de aferrarse a la verdad.
Esta voluntad de arriesgar—por parte de
ministros y feligreses—es la razón, por la cual el cristianismo de hoy está en
este desorden. Los ministros y miembros laicos por igual, no están confiando
en Cristo. Como resultado, hay muchos que temen ¡defender la verdad de
Dios!
Pero
Dios mira nuestras acciones, y conoce nuestros corazones—y Él espera que luchemos
por la verdad. Cuando lo hagamos, Dios estará con nosotros. Él nunca nos
abandonará, ni nos olvidará, mientras estemos buscando Su voluntad
genuinamente. El salmista preguntó, “¿Quién se levantará por mí
contra los malhechores? ¿Quién se parará por mí contra los
trabajadores de iniquidad?” (Salmos 94:16).
¿Optará
usted por Dios? ¿Tendrá usted el coraje para hacerlo individualmente si es
necesario? O, ¿le dará usted la espalda a Dios y confiará en el hombre,
poniendo su confianza en las enseñanzas falsas, la papilla, y en las “palabras
suaves” como lo hizo Asá?
Desde
los tiempos de la iglesia primitiva del Nuevo Testamento, los cristianos se han
tenido que enfrentar a esta pregunta. A través de los siglos, incontables miles
de verdaderos cristianos han sido martirizados por no haber puesto en
riesgo la verdad de Dios. Rehusaron negar a Dios el padre y a
Jesucristo.
A
la luz de su fidelidad, ¿cree usted que Dios el Padre está obligado a
darle vida eterna si usted arriesga (o descuida) su llamamiento, Su verdad, y
el sacrificio de Jesucristo? ¡No se engañe! El cristianismo—o mejor dicho,
la “religiosidad” –es una espiral en bajada que va rumbo al colapso. El
ocultar sus ojos del problema, no hará que éste se vaya. Si usted se sienta
junto a él pasivamente, o si está contento con papilla, y un “cristianismo” sin
costo, y carnal—entonces usted ya tomó su decisión. Usted se está arriesgando
con la verdad de Dios.
Los
cristianos que se arriesgan con la verdad serán vencidos por doctrinas falsas
eventualmente, y caerán en la apostasía completa. Si usted no se despierta a
sí mismo de la apatía espiritual, podría tener que enfrentar a Jesucristo,
y oírlo decir, “No los conozco” (ver Mateo 25:1-12).
En
efecto, usted no debe de poner en riesgo la verdad y el amor de Dios. La
Palabra de Dios nos ordena claramente a los cristianos, el retirarnos de
convivir con aquellos que corrompen sus creencias, y erosionan su fe—y de
cualquier iglesia que enseñe lo contrario a las verdaderas doctrinas de
Jesucristo.
¿Qué
hará usted? ¿Escogerá ser fiel a la verdad de Dios, y amar a Dios el Padre y a
Jesucristo más que a cualquier otra persona o cosa—incluso si debe hacerlo
solo?